En este día en el que se le rinde homenaje al amor, no he podido evitar ponerme a pensar sobre lo que representa en nosotros.
Es algo evidente que de lo que más se escribe, se piensa, se canta…¡se hacen películas! es sobre el amor.
¿Qué es el amor?
Vamos a intentar descubrirlo observando nuestra relación con este sentimiento tan intenso en todas sus formas.
Desde que nacemos necesitamos sentirnos amados, cuidados, protegidos, y la privación de estas experiencias la arrastramos toda la vida y condiciona nuestras relaciones con los demás seres humanos.
Vivimos por y para ser amados, escuchados, atendidos y aceptados y, si nos fijamos bien, todas las luchas, disputas y desencuentros tienen su origen más profundo en la necesidad de tener un poco de lo que nos hace sentir queridos. Cada uno según su forma de entender la existencia y sus carencias personales, a su propio modo, pero todos anhelamos incansablemente tener amor.
¿Por qué sentimos esa necesidad de amar y ser amados?
Según se ha escrito innumerables veces, el amor es el motor que mueve el mundo, es lo que da sentido a la vida, es la energía más poderosa, sin embargo, oímos constantemente que estamos en una búsqueda incesante de él.
No se entiende muy bien esta dicotomía, es lo que más ansiamos pero a la vez es de lo que más escaseamos.
Vivimos en un constante deseo de encontrarlo y cuando creemos tenerlo, en un constante temor por perderlo.
Lo que consideramos que nos reporta ese amor nos crea un enganche, un apego difícil de superar y esto nos aprisiona, porque la felicidad va ligada a retener el amor en nuestra vida.
En el camino espiritual nos encontramos con los mensajes de que no tenemos que buscar el amor fuera de nosotros sino dentro, que hemos olvidado que en realidad somos amor y que esa búsqueda es en verdad una búsqueda de nuestra verdadera naturaleza.
Quizás esa sea la razón, pero cuando iniciamos este camino, muchas veces nos encontramos con que no logramos saciarnos y seguimos teniendo esa necesidad de ser amados.
Se habla mucho de tener o no amor o de buscar amor, del tipo que sea, pero en esa connotación de este sentimiento, no entra el Ser amor.
¿Dónde está entonces la fuente del amor? ¿Cuál es el origen de su existencia?
Estas preguntas tantas veces formuladas y tan pocas veces contestadas nos dan la clave. No hay origen porque todo es eso, porque no hay principio ni final, porque la existencia misma es un continuo de esa energía llamada amor.
Por eso, cuando intentamos experimentarlo a través de nuestra individualidad, a través del personaje que creemos ser en esta realidad, no podemos encontrarlo porque lo estamos buscando desde una parte muy pequeña, muy concreta, muy acotada y eso no se acerca ni de lejos a lo que es.
El amor, por tanto, no es lo que creemos…es inconmensurable, inabarcable, incognoscible en toda su extensión. No se puede dirigir hacia nada, no viene de nada, porque lo crea todo.
Entonces ¿cómo llegamos a esa experiencia?
Si observamos con los ojos de la consciencia, si dirigimos toda la atención hacia el silencio que todo lo envuelve, en quietud y abiertos a todo cuanto llegue, ese silencio nos llevará hasta la experiencia. (Ver entrada “Meditar en el silencio”).
Sólo cuando nos alineamos con el Universo, cuando percibimos, aunque sea por un leve instante, la totalidad, llegamos a experimentar el verdadero amor.
Y ya todo cambia y, aunque volvamos a nuestra cotidianidad y continuemos ansiando que nuestros padres nos hubieran querido incondicionalmente de la forma en la que necesitábamos, que nuestros hijos nos den todo lo que no hemos podido alcanzar nosotros, que seamos para nuestra pareja lo más importante en la vida, que nuestros seres queridos nos acepten y admiren, que nuestro criterio y nuestra forma de entender el mundo sea lo que impere en el resto y que, en definitiva, persigamos las mismas insignificantes muestras de amor de siempre, ya hay algo en nuestro interior que nos hace ver todo eso con otra mirada, y sólo entonces estas muestras, estos pequeños retazos de amor que compartimos cobran sentido, al vivirlos desde la libertad y la calma del que sabe, el que conoce.
Sé libre, sé consciente…sé Amor